Wednesday, April 05, 2006

ORDEN DE CALATRAVA


Orden militar hispánica que debe su nombre al castillo de Calatrava la Vieja (Ciudad Real), primer lugar que defendieron sus freires y cabeza visible de la organización militar. Su expansión territorial le llevó a controlar una enorme cantidad de territorios entre las actuales provincias de Ciudad Real, Toledo, Albacete, Valencia, Alicante y Córdoba, pues su función principal era la de controlar las rutas terrestre que enlazaban Toledo con Andalucía y defenderlas primero de la invasión almohade y, más tarde, del reino nazarí de Granada.

Origen y desarrollo de la Orden .

La orden de Calatrava surgió como consecuencia de la imposibilidad de los Templarios, asentados en la corona de Castilla desde principios del siglo XIII, de defender el castillo de Calatrava la Vieja contra la imparable maquinaria militar almohade.

En el año 1157, responsables de la orden jerosolimitana entregaron el castillo al monarca castellano Sancho III quien, a su vez, prometió entregar la custodia y la tenencia de la fortaleza a la persona que lo defendiera. El guante fue recogido por dos jóvenes toledanos: San Raimundo de Fitero, abad del monasterio cisterciense sito en esta villa, y su discípulo Diego Velázquez, un místico enamorado de los ideales cruzados encarnados por los milites christi. Ambos personajes, acompañados por muchos monjes y laicos toledanos acólitos a las indulgencias prometidas, tomaron posesión del castillo un año más tarde y lo defendieron con relativo éxito hasta 1160.

En ese año falleció San Raimundo, pero la orden ya vestía el hábito cisterciense y Diego Velázquez había redactado una regla para la convivencia de los freires basada en la benedictina. El nuevo abad monástico fue rechazado por los nuevos caballeros, quienes eligieron a un maestre laico, don García, y los monjes que desearon continuar con su vida religiosa regresaron a Fitero.

En el año 1164 el maestre consiguió una bula de confirmación y protección por parte del papa Alejandro III, lo que sirvió de acicate para que el Capítulo general de la orden cisterciense los acogiese en su seno como orden militar, nombrando al abad de Scala Dei como patrocinador y aceptando la regla de convivencia redactada por Diego Velázquez.

Aún tuvieron que transcurrir algunos años para que la nueva orden quedase incorporada oficialmente al Capítulo cisterciense, prebenda que se alcanzó en el año 1187 bajo el maestrazgo de Nuño Pérez; desde ese año, el abad francés de Morimond quedó delimitado como máxima autoridad, mediante bula expedida por Gregorio VIII y la confirmación del Capítulo general del Císter en 1199.

Para los inicios del siglo XIII la orden de Calatrava ya tenía sus primeros estatutos, aceptados por Inocencio III el 28 de abril del mismo año. A partir de entonces, se dedicaron a su oficio militar con tan buenos resultados que el monarca castellano Alfonso VIII le concedió varios castillos y fortalezas manchegos (Caracuel, Malagón, Alarcos...), así como varias prebendas económicas. También el rey de Aragón Alfonso II, les cedió la fortaleza de Alcance, donde los de Calatrava organizaron una encomienda para ayudar a los aragoneses en su expansión por Valencia. Sin embargo, en el año 1195 resultaron derrotados en la batalla de Alarcos por los musulmanes, por lo que se replegaron hacia su cabecera de Calatrava esperando acontecimientos.

De las Navas de Dolosa a la conquista de Andalucía.

En los primeros años del siglo XIII los freires de Calatrava volvieron a actuar en territorio musulmán, capturando para las huestes cristianas el fenomenal castillo de Salvatierra, uno de los puntos estratégicos claves de los almohades. Este acontecimiento, inusual para la época, hizo reaccionar a los musulmanes de manera fulminante, que en el año 1211 armaron todo su ejército y se adentraron en territorio castellano no sólo para recuperar el castillo sino para dar un escarmiento ejemplar a los osados cristianos.

La hábil maniobra de los ejércitos castellanos, asesorados estratégicamente por el propio maestre de Calatrava, Ruy Díaz, propició la derrota almohade en la célebre batalla de las Navas de Dolosa (1212), dejando el camino libre hacia la Andalucía musulmana. Desde el punto de vista interno, el perfecto funcionamiento de las tropas de la orden provocó que desde esta fecha su dominio efectivo de casi toda la región manchega fuese casi absoluto, entrando en diversas competencias con las autoridades urbanas de Ciudad Real.

Pese a todo, el siglo XIII puede definirse como el de la culminación de la orden en su labor militar, lo que implicó, a su vez, un enorme crecimiento económico de su organización. Efectivamente, la orden fue la responsable efectiva de la repoblación manchega, con sus concesiones de territorios y cartas de población o fueros a los pobladores. No obstante, el crecimiento económico más acusado se debió a la entrada de los freires en el negocio del ganado, causa devarios conflictos con obispados y ciudades que, generalmente, fueron resueltos gracias al prestigio de los freires.

Entre los años 1219 y 1222 la orden de Calatrava absorbió varias otras órdenes menores, como la de Monfrag, la leonesa de Alcántara y la portuguesa de Avis, además de iniciar una profusa labor de fundación monástica por toda Castilla la Nueva. Poco más tarde, durante el reinado de Fernando III el Santo, los freires de Calatrava fueron pieza indispensable en la conquista de Andalucía: participaron con éxito en las batallas de Víboras (1224), Sevilla (1225) y Baeza (1226), así como en diferentes asedios a las ciudades de Córdoba y Jaén, tras lo cual su función principal fue vigilar la frontera con el reino de Granada, labor para la cual se les cedieron tres importantísimas fortalezas sureñas: Priego, Cabra y Osuna.

El rey castellano Alfonso X el Sabio quiso trasladar el dominio solariego de la orden desde Calatrava hacia Osuna, en un intento de acabar con las innumerables disputas que el concejo de Ciudad Real y los freires mantenían por diversas cuestiones, pero los sucesivos maestres se negaron en rotundo: desde hacía tiempo, los maestres y altos cargos de la orden habían abandonado las incomodidades del castillo de Calatrava para residir en el confortable palacio de Almagro. Pese a todo, desde sus posiciones andaluzas la orden fue también importantísima para frenar el avance de los benimerines norteafricanos, a quienes combatieron y vencieron en las batallas de Algeciras (1309), Martos (1315) y El Salado (1340).

La orden en las luchas civiles peninsulares.

Ya se ha citado anteriormente cómo durante el reinado del Rey Sabio comenzaron los primeros problemas con la orden de Calatrava. Hacia finales del siglo XIII el maestre manchego era una de las personas más poderosas del reino de Castilla, por lo que el puesto, además de ser codiciado por multitud de nobles castellanos, tuvo que soportar la injerencia del cada vez más efectivo poder regio.

La culminación de los enfrentamientos con Alfonso X fue la fundación, auspiciada por éste, de la ciudad de Villa Real, en el pleno centro del señorío solariego de la orden de Calatrava; en contrapartida, los freires apoyaron la rebelión de su hijo Sancho IV en el año 1282 y, más tarde, defendieron a Fernando IV el Emplazado, de la facción nobiliaria que quería deponerle, aludiendo los derechos de los infantes de la Cerda y de los Manuel.

El duro contrincante del poder regio en esta época fue, quizá, uno de los maestres más importantes de la orden: don Garci López de Padilla (1297-1336), quien acogió, en el año 1319, de buen grado en el seno de su organización militar a las dos órdenes hispánicas, Montesa y Cristo, que quedaron huérfanas de cabecera después de que el concilio de Vienne (1312) declarase la disolución de los Templarios. Pese a todo, entre los años 1320 y 1335 el maestre se tuvo que enfrentar a un problema mayor, como fue la rebeldía de muchas encomiendas que, seducidas por falsos pretendientes al maestrazgo, provocaron una especie de cisma en la orden; fue necesaria la intervención del propio abad de Morimond, así como vicarios enviados para inspeccionar el problema, para que el cisma fuese resuelto, no sin provocar varias reformas de los primitivos estatutos.

Desde la subida al trono castellano de Pedro I (1350) hasta la entronización de la Reina Católica (1474), las continuas revueltas nobiliarias del reino hicieron bastante mella en la bien organizada orden. La importancia del puesto de maestre, aunque menor que Santiago o Alcántara, era tomado por los nobles como un trampolín desde donde acceder a las otras órdenes, verdaderas reservas económicas y militares de Castilla durante los siglos XIV y XV.

A pesar de la general neutralidad de la orden en la Guerra Civil Castellana (1366-1369), varias encomiendas ayudaron solapadamente al pretendiente Enrique de Trastámara en la batalla de Montiel (1369), librada en las tierras del Campo de Calatrava. Quizá esta ayuda desleal provocó que la orden de Avis portuguesa fuera retirada de la obediencia al maestre por el rey Juan I. El siglo XV, pese a continuar con las disputas civiles, significó para la orden de Calatrava la vuelta a su labor de lucha contra los musulmanes para la que había sido creada: los freires volvieron la luchar contra los granadinos en la toma de Antequera (1410), capitaneados por el infante Fernando, y en la batalla de la Higueruela (1431), bajo el mando del condestable de Castilla Álvaro de Luna. Sin embargo, los problemas internos persistieron, puesto que los nobles ambiciosos no cejaron en su empeño de controlar la orden para sus intereses privados; entre ellos destacaron especialmente tres maestres: Enrique de Villena (1405-1414) y, con especial y famélica ambición, Pedro Girón (1445-1466), hermano del poderoso Juan Pacheco, marqués de Villena, y el hijo de aquél, Rodrigo Téllez Girón (1466-1482). A pesar de que el proceso de absorción del reino de Granada cobró vida durante el reinado de los Reyes Católicos, la orden de Calatrava parecía más un quebradero de cabeza para los monarcas debido a la deslealtad de sus maestres que la punta de lanza de las campañas contra los musulmanes.

Declive y desaparición de la Orden .

Diez años antes de la definitiva toma de Granada, los Reyes Católicos intentaron persuadir a las diferentes órdenes militares peninsulares para que cedieran el maestrazgo a la corona, reservándose para la organización interna únicamente la administración. La orden de Calatrava aceptó la propuesta en 1485, lo que valora sustancialmente el tradicional espíritu religioso-militar de sus militantes.

Tras la muerte del último maestre, García López de Padilla (1487), Fernando el Católico acaparó también la administración, concesión legitimada por Alejandro VI en 1492 y concedida a perpetuidad a la corona española mediante bula de Adriano VI en 1523. No obstante, los Reyes Católicos no descuidaron una organización que, tomada Granada en 1492, se había quedado aparentemente sin motivos para su existencia; entre 1492 y 1516 hubo hasta siete Capítulos generales de la orden en los que se trataron, entre otras cosas, de su reorganización como fuerza policial en Andalucía, cuestión que contó incluso con el apoyo de su responsable cisterciense absoluto, el abad de Morimond. Sin embargo, la muerte del rey Fernando y la llegada a España de Carlos I acabó con las esperanzas de una buena solución para los freires.

Alejado de todo espíritu relacionado con la orden, el emperador Carlos intentó por todos los medios recortar el poder del abad francés, a la sazón estado enemigo de España, para lograr que el prior de Calatrava fuese español. La tenaz persistencia del Habsburgo logró la desvinculación de Morimond, pero la suerte de la orden feneció con ello: los sucesivos monarcas de la Casa de Austria únicamente usaron las propiedades de Calatrava con objeto de garantizar el pago de los empréstitos y deudas contraídas con las familias banqueras de Europa. La enajenación territorial y financiera del maestrazgo y de sus encomiendas fue total entre los siglos XVI y XVII; a pesar de ello, y teniendo en cuenta que Calatrava nunca fue tan rica como el resto de sus hermanas peninsulares, los freires vivieron una situación de desahogo económico durante estos siglos, a pesar del brutal despojo territorial, gracias a una casualidad: entre sus múltiples regalías estaba contemplada la explotación de las minas, y casualmente el mercurio de las de Almadén era necesario para refinar la plata que llegaba desde América.

Todo ello supuso un enriquecimiento de la orden, aunque muchos de sus freires se tuvieron que convertir obligatoriamente en mineros esporádicos. Debido a la explotación de Almadén la orden de Calatrava consiguió sobrevivir durante el siglo XVIII, pero las leyes de Desamortización de los bienes de clero (1835) acabó con todas sus pertenencias, privilegios y regalías, como sucedió con el resto de órdenes militares en España.

Estatutos y funcionamiento interno

Como toda orden militar, los freires de Calatrava eran tanto laicos como eclesiásticos que juraban respetar los tres votos monásticos clásicos: pobreza, castidad y obediencia. Su estatuto principal derivaba de la transformación militar de la regla cisterciense, por lo que estaban obligados a deberes litúrgicos y ascéticos como cualquier observante del Císter, pero también se beneficiaban de sus contrapartidas, entre las cuales la principal era la de no estar sujetos a la autoridad de la diócesis correspondiente.

A partir del siglo XVI las costumbres se fueron suavizando, sobre todo en lo referente al celibato (que fue eximido para los laicos por bula de Paulo III en 1540) y en los deberes litúrgicos (reducidos a unas cuantas misas y oraciones).

Al igual que el resto de órdenes militares, la célula básica de Calatrava era la encomienda, regida por un comendador. En la parte superior del organigrama se encontraba el prior, que debía ser monje y era nombrado por el abad de Morimond (quien se reservaba el derecho de aprobación de cualquier decisión); por debajo de él se situaba el maestre, elegido por la asamblea de comendadores y freires (Capítulo general) y que contaba con todos los poderes de un abad (salvo los espirituales, pues el maestre siempre solía ser laico). El brazo derecho del maestre, sobre todo en el campo estrictamente militar, era el comendador mayor, quien estaba capacitado incluso para regir la orden mientras se elegía un nuevo maestre o en ausencia de éste (hecho que aconteció muchísimas veces en la dilatada existencia de Calatrava). Otros cargos menores pero con relativa importancia eran los de clavero (guardián de la sede principal), obrero (encargado de la seguridad y el mantenimiento de todos los edificios de la orden) y el capellán mayor, que se encargaba de la correcta actuación de los que eran, como él, capellanes, es decir, aquellos freires clérigos que, sin ser monjes, acataban la regla de la orden y los mismos derechos de cura animarum (siempre con la autoridad principal del prior). En fin, un sencillo organigrama no exento de efectividad sino todo lo contrario, como se ha podido observar en este recorrido histórico por la orden de Calatrava.